¿Cómo funciona este proceso de aprender a cambiar?
- El cerebro no reconoce
realidad o fantasía, reconoce tus creencias, así que lo primero es creer que lo
puedes hacer. Y creer implica entender lo que va a suceder luego: trabajo,
disciplina, compromiso, tiempo… Para la neurociencia cambiar es sinónimo de
aprender, lo que pasa es que de adultos queremos dominar, no aprender de nuevo.
Y antes de ponerte a cambiar, tienes que conocerte a ti mismo bastante para
saber si quieres mover algo de tu vida.
- ¿Por qué cuesta tanto
cambiar?
- Primero porque uno cree
que no puede. Y después cuesta porque tiene que ver con un aprendizaje que
comportará fracaso en el camino. Y fundamentalmente porque en el proceso de
cambio hay dolor y no nos gusta el dolor. La gente tiene que entender que el cambio
es un proceso, es un camino. Pero en el proceso, que puede ser de un día, un
año, diez años o toda tu vida, hay dolor.
-…
- Y a mayor autocrítica,
menos cambio en la vida. Eso no quiere decir que no seamos críticos con
nosotros, pero a menudo exageramos. En la ciencia nos dicen que si vas a
cambiar, vas a equivocarte y si vas a aprender algo nuevo, vas a fallar.
- ¿Es el miedo uno de los
aspectos que favorecen el ‘no-cambio’?
- Sí. No querer fracasar,
no querer pasarlo mal, no quedar en ridículo… el cambio es un trabajo personal
y si estás pendiente de la mirada del otro, no lo vas a hacer. Lo que pasa es
que la sociedad vende el cambio como algo fantástico y el cerebro dice “¡No es
fantástico! ¡Lo estoy pasando mal!”.
- ¿El cerebro está más
preparado para el ‘no-cambio’?
- Está programado para no
cambiar, pero tiene una capacidad de cambio que nosotros no usamos. Y eso es
tremendamente importante para cualquier edad. El cerebro busca la rutina y el
automatismo para no correr riesgos porque hace 100.000 años un cerebro así era
eficiente. Pero hoy no. Hoy ya no hay tigres en la calle. Tenemos un cerebro
que es absolutamente cavernícola en una sociedad y con una mente muy moderna. Y
esto muchas veces no es compatible. Estamos manejados por nuestro cerebro y la invitación
del trabajo es que uses más tus pensamientos, tus emociones. Que puedas dirigir
un poco más tu vida en lugar de que el cerebro te la dirija a vos.
- ¿Cómo empezamos?
- Leyendo el libro. El
cerebro odia que pienses por si piensas algo diferente o supone riesgos. Así
que este proceso empieza con una palabra que no me gusta mucho pero que es
real: el autoconocimiento. Tienes que conocerte y saber qué quieres cambiar.
- Y una vez que sabemos
que queremos cambiar…
- Ahora no hay dudas
científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente bajo el deseo y
el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el cerebro te
presta las neuronas, pero si uno ‘debe’ el cerebro se asusta y te da una o dos.
Cuando el cambio es realmente querido por uno y no por tu jefe o por tu marido,
el cerebro funciona mucho mejor porque es muy egoísta. Trabaja mucho mejor con
todo lo que tenga que ver con él y su beneficio que si trabaja por los demás.
- Habla de que tenemos 0,5
segundos para el cambio...
- Todas las acciones
involuntarias cotidianas las hace el cerebro. Lo que mide la ciencia es: desde
que parte la señal hasta que haces la acción pasan 0,5 segundos. Cuando uno
hace un trabajo de introspección puede reconocer un montón de señales que el cerebro
le está dando 0,3 segundos antes de que suceda. Y los 0,2 segundos restantes
son el momento que tenés para detener esa acción que pensadamente no quieres
hacer. Es el espacio que queda entre la conciencia de que lo estás por hacer y
la acción que se realizó.
Y esto es entrenable.
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